Tuesday, September 09, 2008

Si ustedes me pueden creer, yo entiendo

En los campos de uvas
Yo digo, sin pretensiones, yo sé un poco el estado de los trabajadores emigrados en los EEUU. Ya sé que la vida es difícil y existe en la frontera de desesperación. Ya sé lo que significa de levantarse a la madrugada y yendo a los campos para trabajar. Ya sé.

Tal vez, ustedes me preguntan, "¿Cómo puede saber?"

Porque, cuando estuve un chico, yo trabajaba en las viñas en el valle de Coachella, California. Con mi familia, durante el verano, fui a California para trabajar en el negocio de mi abuelo paternal, Ross Cariaga, un trabaje contratista.

Cada mañana, mis padres, mis hermanos, y yo, nos levantabamos antes del amanecer y íbamos a los campos de uvas. (Esas uvas eran por la mesa, no por el vino.) Comenzábamos trabajar en la madrugada porque, en el valle, hacía mucho calor, con temperaturas a menudo cerca de ciento quince. En los campos, habían serpientes de cascabel y arañas venenosas. Y también, mosquitos volaban cerca de los ojos, la boca, y las narices.

La gente con quien trabajabamos eran mexicanos, por la mayor parte, pero también habían algunos filipinos. Todos de ellos eran personas de dignidad y honora. Los trabajadores eran de todas edades, incluyendo ancianos y niños. Todos trabajaban con ardor. Y eran amable a mi y mis hermanos.

Trabajo arduo
En ese tiempo, no me gustó el trabajo. Pareció innecesario a mi, y muy difícil. Pero, actualmente, añoro esos días en los campos con la gente noble. Yo recuerdo que mi padre, y su esposa, Jeanne, me dijeron que un día, me daría cuenta de la experiencia era muy valioso.

Bien, ahora yo lo veo. Aprendí mucho de compasión y del común de la humanidad en esos campos. Y le agradezco a mi padre para aguantando mis quejas y se quedando inexorable.

Esas lecciones me ayudaron comprender, hermanos. Ya veo. Ya entiendo.

(Perdóneme por favor para mi español malo.)

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