En la selva hay un templo donde ellos mataron
Los guerreros vencidos, y a sus mujeres, y a sus niños.
Ellos comieron los corazónes y bebieron la sangre.
La sangre quemó como fuego de garganta a ano
Y los cuerpos de los sacerdotes absorbían la pasión de los corazónes
Y la agregaban con sus mismas.
Los sacerdotes santificaron los cuerpos de los muertos,
Cortando las cabezas
Y las lanzando con los torsos sangrientos
En un hoyo en el suelo.
Algún día regresaré a México, la tierra de mis padres,
Donde la gente conoce al fuego de la sangre.
No se puede negarlo
Ni desear otro.
Los esqueletos sin cabeza duermen debajo del agua.
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